lunes, 7 de noviembre de 2016

De la mano


Filósofo en meditación; Rembrandt.


Siempre te acompañamos...
es una etiqueta y la lleva un anciano, se alcanza a ver por entre la bolsa blanca que pende de su mano.
Este señor bien entrado en los años de la vejez, que mira con tanta paciencia y que siempre en solitario toma el autobús, se agazapa acompañado de la etiqueta dentro de su bolsa que nunca lo deja solo.
Nelson Avellaneda

sábado, 4 de junio de 2016

Postdata

Godiva; John Collier


No se si te amo porque te perdí,
no se si de la misma forma te amara
si estuvieras conmigo,
algo si es claro,
las letras nunca fluyen así,
no lo hubieran hecho si no hubiera sentido
la necesidad de no olvidar.

Nelson A.

martes, 17 de mayo de 2016

Huellas

Caminante sobre el mar de nubes; Caspar David F.


No solo yo me lleno de recuerdos,
y no me refiero a que conmigo
somos varios los que compartimos cosas,
cosas que se quedan.

Me refiero a lo material que me acompaña,
los ya raídos pantalones,
el viejo morral o mis prendas con agujeros,
y la memoria de mis zapatos llenos de barro siguiéndote los pasos.

Nelson Avellaneda

sábado, 7 de mayo de 2016

Desde la tierra



Autopsia; Enrrique Simonet


Cuando te vayas
mi mirada estará perdida
buscando en la infinidad de las estrellas.

lunes, 2 de mayo de 2016

Donde estés


Hilas y las ninfas; John W. Waterhouse


Me deja pensando...
no solo el roce de los labios,
sino el mundo que pusiste en mis oídos
con un millar de palabras
y en mis retinas con tus lágrimas.

Ahora me robas parte del día,
un recuerdo fortuito,
un instante penetrando la distancia
para llegar allí, donde estás, no sé dónde.

Nelson Avellaneda.

domingo, 24 de abril de 2016

...Que soy


The reader; Cloude Monet



Mis derroteros son las perspectivas y los trazos cautivos
esclavos del relieve que la luz estampa en tu silueta 
y define los límites entre lo bello y lo mundano.

viernes, 15 de abril de 2016

Presagio de un beso con retraso




The kiss: Gustav Klimt



















Se interponían unos sobre otros sus trazos sobre los ya rayados vidrios del bar.
Se puso en pie sobre lo que antes era su silla y se sentó en lo que fue la barra, para alcanzar el trozo de vidrio aun libre de la marca de otros cerebros frenéticos por el alcohol.
Tomo de su llavero la más pequeña de las piezas de metal e imprimió en números el día y la hora en que pretendía grabar sobre los labios el recuerdo, y luego se inclinó sobre su boca, la de ella.
Se apartaron en segundos la distancia y las diferencias de este par de extraños que se tomaban de la mano y al final cuando volvió a salir del bullicioso antro, no poso su mirada sobre la ciudad que lo acogía esa noche sino sobre la mujer que le despertaba mucho más que curiosidad.

Nelson Avellaneda